“Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años, y son muy buenos. Pero hay los que luchan toda la vida: esos son los imprescindibles.” Bertolt Brecht
Tiene una convicción. Nunca, a lo largo de los años, nadie, pudo hacerle cambiar de pensamiento. Según la psicología, la convicción es una creencia de la que un sujeto considera que tiene evidencias suficientes para considerarla cierta. No importa si dichas evidencias son científicas, racionales o subjetivas: la persona cree que son suficientes para sostener su idea. Él va. Durante ya más de tres lustros hicieron todo lo posible por callarlo. Por hacer que olvide sus convicciones. Hubo amenazas, intentos de sobornos, golpes y operaciones en su contra. Pero no hay caso, él tiene paciencia. Cabeza dura, dirían en el barrio. Y se ha transformado en un hombre que sabe esperar. Su convicción es inalterable. Y hoy, a pesar del paso del tiempo, hay muchos que cuando lo ven aparecer prefieren ocultarse. Su fuerza, su fe, su empeño lo elevan a otro nivel, aunque él rechace cualquier tipo de alabanza. Tiene marcado un camino claro, y jamás se aparta de él.
La zona del Abasto siempre fue emblemática en Tucumán desde que en 1933 se erigió allí el mercado. Y lo siguió siendo a pesar de la mudanza de los productores al Mercofrut. Es que, a comienzos del nuevo milenio, se convirtió en un polo gastronómico y de diversión juvenil ineludible para esa época. Allí, en una calurosa noche, el 26 de febrero de 2006 vieron por última vez con vida a Paulina Lebbos. Desde esa noche, la vida de toda la familia Lebbos cambió para siempre.
Alberto Lebbos era funcionario del Gobierno de José Alperovich. Estaba al frente de la Secretaría de la Juventud. Pero hay que plantear una diferencia. Lebbos era funcionario de Alperovich. No era funcional a Alperovich. Cuando había pasado poco tiempo de investigación y ya comenzaba a aparecer la hipótesis de una muerte vinculada a círculos del poder, Lebbos renunció a su cargo. Y se transformó en el hombre que perseguía a la Justicia. No la buscaba, la perseguía. No importaban cargos ni nombres, Lebbos estaba allí haciéndose oír.
Al principio, cuando comenzaron las marchas de los martes para reclamar que se investigue todo lo concerniente al caso, en Casa de Gobierno le tenían lástima. “Hay que dejarlo, es un hombre dolido. El tiempo cura todo”, decían quienes habían sido sus compañeros en las filas del Gobierno. Después, ya comenzaron a preocuparse. Lebbos no sólo mantenía las marchas: su figura se hacía cada vez más grande. Y no se callaba. Si había algo que no le gustaba lo decía. E insistía. Y bramaba contra la Justicia, y contra quienes él consideraba como mínimo encubridores. Un año después de la desaparición de su hija lo dejaba en claro en una entrevista con LA GACETA: “Las leyes, las instituciones existen. Pero lo que hay que cambiar de manera urgente es a la gente que está allí. Es que nadie tiene vocación para investigar, ni para castigar a los culpables y ni para brindar seguridad. El Gobernador (José Alperovich) es el primero de todos. Está sosteniendo y defendiendo a encubridores, como el ministro de Seguridad (Mario López Herrera) y el jefe de Policía (Hugo Sánchez). Este tipo de personas son las que someten a los ciudadanos a una situación de inseguridad constante. En el caso de Paulina, el Gobernador se llenó la boca diciendo que estaba a punto de detener al asesino; que él sabía quién era. Pero no hizo nada cuando yo le llevé las pruebas que demostraban quiénes eran los que estaban encubriendo todo; y todavía los sigue sosteniendo”. Él no tenía dudas. De la preocupación pasaron al enojo. Sobre todo los apuntados por el padre de Paulina y quienes los rodeaban lo odiaban. Su nombre encendía sus ojos de furia. Las imágenes de la represión que sufrió cuando intentó acercarse a la plaza Independencia el 9 de Julio de 2013 recorrieron el mundo. Diez días antes, Alperovich había asegurado: “Están usando la muerte de Paulina Lebbos para hacer política, han superado todos los límites. Lebbos debería usar toda su energía en buscar al culpable”. Si hay algo que hasta aquí demostró el padre de Paulina es tener energía. Luego, incluso ahora, a Lebbos le temen.
A lo largo de 17 años logró lo que parecía imposible. En diciembre de 2013, fueron condenados el comisario Enrique García, el oficial Manuel Yapura y Roberto Lencina por encubrimiento al haber fraguado el acta del hallazgo del cuerpo de Paulina. En el debate surgieron varios indicios de la responsabilidad de sus superiores. Seis años después, en febrero de 2019, también fueron sentenciados por el mismo delito el ex secretario de Seguridad, Eduardo di Lella, el ex jefe de Policía, Hugo Sánchez, el subjefe de la fuerza, Nicolás Barrera, el ex jefe de la Unidad Regional Norte, Héctor Brito, y el ex policía Waldino Rodríguez. En diciembre de 2021, el ex fiscal de Instrucción Carlos Albaca fue condenado a seis años de prisión, luego de un juicio oral en el que se lo encontró culpable del delito de encubrimiento agravado. Son hasta aquí nueve personas que, según la Justicia, encubrieron el crimen de la estudiante de Ciencias de la Comunicación. Pero esto aún no terminó. En la Justicia aún quedan resolver muchas cuestiones. Luego del juicio contra Di Lella y Sánchez, entre otros, se ordenó que se remitieran actuaciones para que se investigue a posibles autores del “homicidio” (Sergio Kaleñuk, César Soto y Jorge Hernán Jiménez); y por posible “encubrimiento” (Fernando Vázquez Carranza; Lilia Amelia Moyano de Colombres; Juan Pedro Cruzado; a los comisarios retirados Marcial Escobar y Luis Santana; Virginia Nazarena Mercado; Daniel Paz; Gustavo González; Rodolfo Maruf; Mario Alberto López Herrera, entre otros), y por “falso testimonio” a otros tantos. La maquinaria de crimen y encubrimiento que rodeó el caso es enorme, según denuncia el propio padre de la víctima. Y no va a cejar hasta que las causas avancen y haya nuevas condenas. Cada vez que dice algo, en Tribunales tiemblan. Ya saben que no son palabras al viento,
El martes la Justicia ordenó la detención de Albaca, luego de que la Corte confirmara la condena en su contra. El ex fiscal tuvo años a Lebbos pasilleando en Tribunales mientras el expediente se enfriaba en el congelador que representaba en caso de ser necesario esa fiscalía en ese entonces. Hasta que tras decenas de denuncias, se decidió apartar a Albaca del caso. Nada detuvo a Lebbos. Ni uno de los fiscales más poderosos de los últimos 30 años que ahora deberá cumplir su condena.
En época de políticos haciendo promesas vacías, la figura de Lebbos se agiganta. Prometió encontrar a los asesinos de su hija. Y de a poco está tirando abajo un muro levantado con corrupción. Gran lector y amante de la música clásica, Lebbos jamás aceptó el convite a ser candidato político, por más que tiene una altísima imagen positiva. Nunca se lo vinculó con maniobras espurias de dinero. No da ni recibe por hacer lo que siente. Él sigue adelante. Ya lo dijo en la marcha en la que se conmemoraron los 17 años de la desaparición de su hija. “Invito a todos a seguir en la lucha. porque ellos creen que son impunes y que nosotros nos vamos a cansar. Y aunque en esto uno deja la vida no vamos a claudicar jamás. Luchamos por las causas de todos y por las que van a venir. Mucha gente me cuestionaba por qué continuaba con la marcha. Yo no voy a parar; la única lucha que se pierde es la que se abandona”. Pasan los años, pero la convicción permanece intacta. Él es uno de los imprescindibles.